Eternamente agradecida con la vida por permitirme el privilegio de transitar por este mundo dedicándome a hacer arquitectura, me gustaría compartir algunas reflexiones de nuestro andar en la profesión. Y me refiero a nuestro andar porque este camino lo he recorrido siempre acompañada de maravillosas personas que me han permitido crecer y aprender: desde mi familia y mis alumnos de la universidad, hasta mis socios y el increíble equipo que hemos formado en Grupo Arquidecture.
Para un arquitecto, la capacidad de imaginar situaciones de la vida constituye un talento mas importante que el don de fantasear con el espacio”.
Hablar de una arquitectura más humana pudiera interpretarse como una necedad, ya que es por todos sabido que su razón de ser es dar cobijo a las actividades del ser humano y, por lo tanto, es éste el motivo de su existencia.
Inicio esta reflexión haciendo referencia a este tema por dos razones principales: 1) el contacto humano y la oportunidad de transformar realidades es lo que me llevó a vivir la vida a través de la arquitectura, y 2) durante el tiempo que llevo involucrada profesionalmente en este tema me cuestiono constantemente si no se está olvidando ésta premisa en el trabajo diario.
La sociedad que nos toca vivir ha comercializado nuestra labor y ha provocado frivolidad en el trabajo. Recuerdo una frase de Jan Vrijman sobre el tema: ¿Por qué la arquitectura y los arquitectos, a diferencia del cine y los cineastas, muestran tan poco interés en la gente durante el proceso del proyecto? ¿Por qué son tan teoréticos, tan distantes de la vida en general?
Siempre he pensado que la arquitectura nos brinda la oportunidad y a la vez exige la responsabilidad de dignificar el entorno y la vida de las personas a través del diseño. Estoy convencida que ante todo y primero que todo, la arquitectura es una profesión de servicio.
El reto para nuestro equipo es precisamente ponernos al servicio de la sociedad, entendiendo que como individuos somos cuerpo, mente y espíritu, que nos desarrollamos en un mundo cambiante que es necesario descifrar para poder responder a las expectativas. Pallasma lo sintetiza magistralmente: “El deber de la arquitectura y del arte es investigar los ideales y los nuevos modos de percepción y de experiencia, y de este modo abrir y ampliar los límites de nuestro mundo”.
Creo, sin lugar a dudas, que el desafío de nuestra profesión es definitivamente enfocarse en las personas. Esos seres que en ocasiones parecen ser olvidados por propuestas sensacionalistas y protagónicas que priorizan únicamente los aspectos formales y visuales, y que ignoran de facto que esos seres son -o mas bien somos-, y tenemos aspiraciones y deseos de superación, que habitamos un planeta que también tiene necesidades y expectativas que no estamos comprendiendo.
Como catedrática, estoy segura que esta labor de conciencia tiene que iniciar desde las escuelas, formando nuevas generaciones que realmente sean sensibles ante la humanidad en todas sus dimensiones.
Los arquitectos tenemos la oportunidad y la responsabilidad de dignificar el entorno y la vida de las personas a través del diseño. Ante todo la arquitectura es una profesión de servicio.
Nuestra labor consistirá entonces en estar atentos y ser sensibles a las necesidades, formas de vida, costumbres, tradiciones, expectativas y sueños de esos individuos y por ende del entorno y medio ambiente en el que trabajamos, para dar una respuesta siempre con respeto, siempre con responsabilidad. Y sí, hablo del entorno y del medio ambiente como un usuario más que espera y merece respeto en las intervenciones que hacemos.
Preocuparnos y ocuparnos de que la arquitectura sea una “prestación” accesible para todos, que nuestro trabajo se convierta en un motivo de encuentro, ese lugar en el que todos somos iguales y podemos entendernos. Generar mediante el diseño convivencia en lugar de individualidad, contribuir a fomentar las relaciones humanas a través del espacio, ser ese lugar para reconocernos como individuos con profundas diferencias y tantas similitudes que nos permitan hacer equipo de nuevo, que nos permitan mirarnos a los ojos y saber que ahí estamos y somos tomados en cuenta.