A nivel mundial, el rol de las mujeres está evolucionando y rompiendo paradigmas, cada vez hay más visibilidad de mujeres incorporadas al mundo laboral con alto poder formativo y adquisitivo, viajando solas, que deciden renunciar a la maternidad o al papel de cuidadoras del hogar y enfocarse en diferentes metas personales, y hay una mayoría en Latinoamérica, que aceptan una doble carga de trabajo, al tratar de conciliar el rol tradicional con su desarrollo profesional. Es en este constante cambio en donde la perspectiva de género para la planeación urbana, adquiere una esencial importancia, tomando en cuenta que a mayor actividad y movilidad, se incrementa la necesidad de una cultura de espacios seguros y equitativos que contemplen esta diversidad.
Un común denominador que se ha forjado en diversos estudios de la ciudad y género, es el efecto que la inseguridad en el entorno construido genera sobre nuestras decisiones, limitando oportunidades de trabajo, educación, transporte, acceso a servicios, recreación y desarrollo, y como consecuencia, potenciando la inequidad de género existente:
Cuando las mujeres y las niñas no pueden caminar tranquilas por las calles de la ciudad, vender y comprar en los mercados, desplazarse en el transporte público o simplemente usar aseos comunitarios, esto tiene un impacto tremendo en sus vidas. Tanto la amenaza como la experiencia de la violencia afectan su acceso a las actividades sociales, la educación, el empleo y las oportunidades de liderazgo.
De acuerdo a ONU mujeres (2017), la seguridad y la equidad en diversos ámbitos de la vida, son derechos humanos que constantemente son transgredidos hacia las mujeres en todo el mundo, y, aunque el acoso sexual y la violencia laboral y doméstica han sido tipificados en varios países, la violencia realizada en el entorno construido, principalmente el acoso sexual en espacios de uso público, es aún tolerada y normalizada.
A modos de ejemplo: en Quito, Ecuador, en el 2010, el 68% de las mujeres había experimentado alguna forma de violencia en espacios públicos; en la ciudad de México y en Madrid, España, se encontró que poco más del 60% de las mujeres que se trasladan, lo realizan en transporte público (Boyano, 2009, ONU Mujeres, 2017) y la mayoría de las entrevistadas manifestaron haber sufrido alguna clase de acoso en dichos transportes, dado que la cantidad de traslados de las mujeres era mayor al de los hombres, se anexaba el tema de la baja proximidad entre vivienda, empleo, y servicios relacionados con actividades reproductivas, como guarderías; situación que se ha ido mitigando en Madrid, basados en una planeación urbana más social.
En el caso de la ciudad de Mérida, México, en un estudio realizado con infantes en el 2011 por la Dirección de Desarrollo Urbano Municipal, arrojó la importancia que niñas pueden dar a los temas de seguridad y espacio público, para su desarrollo.
Para generar espacios que nos garanticen una mejor calidad de vida y equidad para todos y todas, es necesario realizar la planeación urbana desde una Escala Humana
Esta clase de situaciones se incrementan en ciudades dispersas, con marcadas zonificaciones mono-funcionales, y en donde, como el caso de Mérida, además existe una segregación económica y social en el imaginario colectivo entre el norte y el sur de la ciudad, dado que son los grupos más estigmatizados y más vulnerables, los menos visibilizados y por ende los más afectados. Debido a ello, se torna prioritaria la perspectiva de género para una planeación social y urbana exitosa, tomando en cuenta la multifuncionalidad que desempeña la ciudadanía, creando espacios más humanos, sociales, seguros, y prósperos, no solo para las mujeres, sino para todos y todas.