El 21 de febrero de 2020 participé en una certificación avanzada sobre “escenarios futuros” basada en la metodología de Adam Kahane y Reos y bajo la dirección de Per Kristiansen, con quien me certifiqué en 2016 con la Metodología de LEGO SERIOUS PLAY (LSP). Durante diez horas, los participantes estuvimos utilizando la metodología LSP para visualizar escenarios futuros “improbables”, desconocidos aún para nosotros y el mundo entero. Trabajamos con dos variables, una de ellas recién se había identificado en el alejado país de China, pero la OMS aún no la había declarado emergencia mundial. Por tanto, el escenario “improbable” y desconocido para todos era el coronavirus. A partir de ello, y con la identificación de un estilo de gobierno también “improbable”, fue que realizamos modelos de diferentes escenarios futuros, todos con ideas totalmente fuera de sí, pero fuimos tejiendo situaciones que en su momento ameritaban dar posibles soluciones.
Terminamos exhaustos pero el trabajo de Per Kristiansen es impecable e implacable. Riguroso con todos los detalles y, sobre todo, con la coherencia y consistencia entre la construcción de las historias y de los modelos tridimensionales. Fue un día extraordinario que no me dejó dormir, pensando y leyendo sobre los escenarios futuros en los que trabajó Adam Kahane en la empresa petrolera Shell en la década de 1970 y que después fue convocado en Sudáfrica para diseñar estrategias compartidas para la transformación de un gobierno que se enfrentaba a cambios estructurales y a sobrellevar las consecuencias sociales y políticas de tener a Nelson Mandela en prisión.
No dormí para llegar a las 4 am al aeropuerto y regresar a casa, con mi familia, a mi ciudad y a mi trabajo. A pesar de ser tan temprano, el aeropuerto rebosaba de gente, aún de madrugada parecían las horas pico, todo el mundo comiendo, caminando, esperando, corriendo o comprando. ¡Qué intensidad de vida se puede tener en un par de horas! Llegué a Mérida directo a dormir un poco, porque la jornada aún no empezaba. Clases, reuniones de trabajo, compras en el supermercado, recoger a mi hijo en la escuela y todo lo demás. Y de vez en vez, mientras me tocaban esos largos recorridos por las calles saturadas de autos, se me venían a la mente los escenarios futuros “improbables”.
Finalmente, el primer caso de COVID-19 detectado en México fue el 27 de febrero, y el 13 de marzo el primer caso para Yucatán. Viernes 13 de marzo, último día de labores “normales” y con puente para disfrutar y regresar hasta el martes 17. En el transcurso del fin de semana los comunicados del gobierno estatal fueron cambiando de matiz. Hasta que se llegó a la resolución de suspender las actividades escolares y niños, maestros y todo el sector educativo cerró sus puertas para dar paso a la virtualidad. ¿Qué es esto? ¿Una película de ciencia ficción mal planeada y un guión escrito con ideas locas? ¿Quién estaba preparado para esto?
¿Acaso las viviendas estaban adaptadas para tener a toda la familia trabajando a distancia? Las oficinas corporativas de trabajo compartido, que surgieron de una necesidad totalmente novedosa pasaron de repente a ser lugares de alto riesgo. Lo mismo que gimnasios, bares, restaurantes y cafeterías, los cuales en un día “normal” son los lugares perfectos para acomodar las ideas, las emociones y los pendientes.
Y pues para mí fue un “déjà vu”. Esto ya lo viví, ya construí estos modelos de escenarios futuros “improbables”. Pero qué me iba imaginar que, en un par de semanas, el mundo entero iba a colapsar ante una situación “inconcebible”. Pero por si fuera poco, el cambio climático también se hizo presente con la temporada de huracanes más intensa de la historia y con una cantidad de agua que en pocas semanas elevó el manto freático a 5.7 metros sobre el nivel del mar, situación que se pronosticaba hasta para dentro de 100 años. Y paradójicamente, el pasado 8 de diciembre, el agua empezó a cotizar en el mercado de futuros al igual que el oro y el petróleo.
Esta es nuestra nueva realidad. Acostumbrarnos a que lo “improbable” puede suceder en cualquier momento y en términos de arquitectura, vivienda y ciudad, en todas sus escalas y dimensiones, habrá que trabajar arduamente en la simulación de escenarios futuros, para poder tener alternativas que nos permitan enfrentar estas situaciones que aún no existen en los pronósticos de los especialistas, pero eso no significa que no se presenten en un futuro inmediato. En palabras de Carl Sagan: «La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia».
En virtud de lo anterior, a través de la metodología de LEGO SERIOUS PLAY y con base a lo desarrollado por parte de Adam Kahane, es que se pueden visualizar estos escenarios futuros “improbables” a cualquier escala, temática y situación, para modelar situaciones a las cuales la arquitectura, la vivienda y la ciudad podrían enfrentarse en caso de nuevos eventos similares como los que nos han sorprendidos en el 2020: pandemia, inundaciones y cotización del agua en el mercado de futuros.
Desde el diseño de los espacios habitables y urbanos, hasta las nuevas formas de gestión de la ciudad, pero también en la reconfiguración empresarial y en el diseño de productos y soluciones que podrían estar 5 pasos más delante de la competencia, simplemente por haberse disciplinado en el tema de pensar en un futuro improbable. Porque esto era lo que hacía Adam Kahane en la Shell desde hace 50 años, dirigía un departamento que únicamente se dedicaba a pensar en el futuro más allá de la tendencia. Y cuando eso que parecía que jamás iba a suceder, finalmente sucedía, ya tenían un avance sobre la competencia, toda vez que ya se habían visualizado y tenían respuestas tentativas para cada escenario.
Como consecuencia, ya no podemos seguir pensando en “el nunca pasa nada”, o “eso nunca ha pasado aquí” y mucho menos en el “nunca lo vimos venir”, porque ¿qué haremos cuando sucedan esas situaciones improbables? Las bolsas de valores más cotizadas del mundo han dado un paso sin precedente. Y así como el mercado de futuros adquiere relevancia y pertinencia de alto impacto social, económico, política y ambiental, habrá que replantearnos nuestras formas de consumo, formas de vida y diseño de espacios, productos y servicios, para estar vigentes con los “improbables” escenarios futuros.