He tenido la fortuna de poder haber estudiado y trabajado alrededor del mundo. En el año de 1999 decidí salir de mi querida y sobreprotectora Mérida. Lleno de inexperiencia, pero ávido de aventura salí para encontrarme con el mundo. De Mérida a Montreal, a Nottingham, a Oxford y Londres, hasta llegar a Tokio y Dubái. Rápido han pasado estos 20 años de experiencias vividas en el mundo de la arquitectura, muchas de las cuales me han hecho el arquitecto y la persona quien soy hoy y que sin lugar a duda no sería yo sin esta experiencia de vida.
Salir de mi burbuja de confort me llevó a enfrentar nuevos retos, los cuales mientras más grandes también presentaron una mayor satisfacción al vencerlos. Un proceso de desaprendizaje tiene que ser el primer paso al comienzo de su andanza al que se enfrenta cualquier persona que ha tomado la decisión de dejar la patria y embarcarse en una aventura de este tipo. Desaprendizaje que es necesario tener para poder comenzar con la mente abierta y el ego llano en miras de aprender.
En este pequeño texto comparto con quien amablemente se tome algunos minutos de su tiempo para compartir un par de experiencias e ideas con respecto a la arquitectura desde una perspectiva que va y viene entre amistades y rincones en el mundo.
Encuentro una constante entre los arquitectos que deciden dejar su país para estudiar y trabajar en culturas extranjeras, se trata de un proceso de adaptación el cual muy bien se podría medir con una curva de crecimiento desde la llegada, el “desaprendizaje” hasta conseguir el don del “reaprendizaje”. Este proceso comienza con un alto grado de frustración ya que uno se enfrenta a nuevos paradigmas estéticos, formales y constructivos sin mencionar lo que significa desembarcar en una cultura nueva. Esto puede llegar a ser una experiencia aterradora y hay que estar mentalmente preparado para ello. Sin embargo, mientras más se avanza, la frustración que antes existía es reemplazada por un nuevo sentimiento. El arquitecto que antes sería el inexperto es ahora portador no solo de un nuevo conocimiento, sino que tiene la capacidad de trabajar y entender dos perspectivas del mismo problema. El arquitecto va y viene entre sus conocimientos previos y los nuevos, los maneja, los compara, los pone en duda y crea sus nuevos paradigmas estéticos enriqueciendo su proceso creativo. Este proceso se repite tantas veces como veces cambiemos nuestra cultura, solamente para seguir sumando y enriqueciendo las herramientas y procesos de cómo hacer arquitectura.
Es cada vez más común en la sociedad contemporánea, considerar un tiempo de nuestra vida para tener la experiencia de vivir en el extranjero como parte de nuestra autoformación, pero cuidado, aunque uno vea el pasto más verde del otro lado, hay que estar conscientes de que la recompensa se encuentra después de mucho tiempo y esfuerzo, mucho más esfuerzo del que necesitaríamos en nuestra casa pues a fin de cuentas el mundo laboral es un mundo de competencias y nosotros estamos compitiendo contra el equipo local. Sin embargo, también vale la pena decir que no fue el fin lo disfrutable sino el proceso.
Si he aprendido algo, es que la arquitectura se mide en sustancia y no en superficie. De igual forma deberíamos medir nuestras vidas.
Miguel Puig
Esta aventura me llevó a conocer a mi media naranja, una encantadora japonesa con quien crucé caminos en Oxford y con quien después de viajes a su país y al mío decidimos finalmente unir nuestras vidas en matrimonio lo que dio como fruto un hijo y una hija maravillosos y quienes son la luz de nuestros días. El hecho de que mi esposa fuese del pueblo nipón nos abrió las puertas a una nueva aventura la cual jamás podría haber imaginado antes, vivir en un país tan extraordinario y diferente al mío y en el cual, durante cinco años, mi nueva familia me acogió y me enseñó nuevas maneras de ver y enfrentar la vida, así como también Japón me enseñó de arquitectura.
Me gustaría enfocar una parte de esta misiva a los jóvenes que estén pensando en mudarse al extranjero para poder compartir un par de consejos que aprendí de lo vivido, ya que creo que en algún momento nos toca experimentar momentos similares a todos los que hemos vivido fuera de nuestro lugar de origen.
Hay que tener muy claro hasta dónde queremos llegar, pues en este proceso uno encuentra a mucha gente con metas tan variadas como personas hay en el mundo, y si no se tienen claras las metas personales, fácilmente puede uno confundir las metas del vecino con las propias.
Hay que estar conscientes que ese lugar que dejaste detrás tuyo sigue viviendo sin ti. Durante mi tiempo fuera de Mérida mis amigos se casaron, tuvieron hijos, hubo bautizos, cumpleaños y hasta velorios, y debido a la distancia uno no puede estar siempre ahí. Claro que uno también va tejiendo su propia historia un poco lejos de casa pero gracias a tantas nuevas maneras de comunicación podemos fácilmente compartirla con nuestros seres queridos.
Si decides regresar, te darás cuenta de que tendrás que comenzar a abrir puertas de nuevo, conectarte otra vez con ese mundo que una vez dejaste atrás, entablar el diálogo de nuevo y contarle que estás de regreso y que existes. Éste es también un proceso cansado y más difícil de lo que uno puede imaginar.
Pero más allá de las emociones y experiencias de vida, ¿qué obtiene un arquitecto dentro de su formación?, ¿qué cambia dentro de uno como arquitecto?, ¿es visible en nuestro proceso de diseño la influencia de las culturas extranjeras con las que hemos compartido? Y si así lo fuera, ¿estaríamos perdiendo nuestra identidad arquitectónica o por el contrario se sumaría enriqueciendo nuestro estilo y técnica?
En virtud de la experiencia durante estos años en el extranjero me doy cuenta de que en un mundo cada vez más globalizado algunas culturas consternan su miedo de perder la identidad de su arquitectura, otras se nutren del conocimiento científico y técnico que ofrecen otras sociedades. Durante mi tiempo como estudiante de arquitectura en Mérida, nuestra facultad inculcaba la búsqueda de una identidad local. En Inglaterra aprendí a crear edificios que produjeran su propia energía y en Japón aprendí a crear nuevas reglas de diseño arquitectónico basado en el análisis de la información proveniente de las características de los materiales y su manipulación a través de sistemas computacionales. Cada uno de estos principios de diseño es completamente diferente al anterior, sin embargo todas son formas válidas para producir arquitectura de calidad.
La arquitectura siempre ha avanzado a pasos más lentos comparada, por ejemplo, con la computación que avanza día a día, reinventándose. ¿Cuál sería la razón de este proceso lento de cambiar que influye en la manera de producir arquitectura? ¿Sería una falta de técnica o de tecnología o un arraigo a formas familiares? ¿Será la misma sociedad quién con dificultad aceptaría ver y habitar edificios que se ven más como entes orgánicos salidos de una película de ciencia ficción en vez de la aparente pureza de la más común geometría euclidiana?
Desde hace cientos de años los ladrillos de un edificio se han colocado de la misma manera y poco se ha hecho en comparación con otras ciencias en el nombre de la innovación. Pero si en algún lugar del planeta hay alguien resolviendo el mismo problema de una manera más eficiente, entonces una de las mejores razones para viajar es el experimentar otras culturas y el enriquecimiento que un arquitecto logra en su formación.
Una de las virtudes que gana uno al experimentar otras sociedades tiene que ser, sin duda, la capacidad de analizar los estándares de diseño creados por otros en contextos diferente, en otras situaciones y en otros tiempos. Dawkins describe cómo algunas de las catedrales del medievo fueron construidas sin arquitectos ni planos sino cada uno de los albañiles, carpinteros, etc., sabía exactamente qué hacer. Esto en contraste a una arquitectura donde la clásica cadena de mando de grandes desarrollos se subdivide en un número de consultores donde cada departamento trabaja en conjunto con los otros para dar como resultado un rascacielos o un puente.
Mark Burry en su libro “Between Surface and Substance” compara dos maneras de apreciar la “forma”, una como un cuerpo basado en superficie y otra como una “sustancia tectónica”. La diferencia reside en el hecho de que un estilo es solamente visible en la superficie. Podemos solamente alcanzar la “sustancia” cuando la superficie o mejor entendido “la forma” es una expresión consciente de los materiales utilizados, de los procesos de fabricación y de las técnicas aplicadas en una simbiosis que se podrían entender mucho más como un organismo vivo. Por lo tanto, la arquitectura no puede ser un ente aislado buscando puramente satisfacer un capricho estético, sino tendría que construirse desde su interior, desde sus vísceras y músculos dando como resultado la piel del edificio al igual que lo hace el cuerpo en el que habitamos.
Viajar, estudiar, vivir en el extranjero es sin duda una oportunidad llena de retos. El camino del arquitecto expatriado está lleno de momentos de soledad y frustración, y con un poco de suerte algo de éxito. El camino estará lleno de experiencias extraordinarias. Las amistades formadas estarán siempre contigo, aunque no siempre tan cerca como quisieras. Así como los amigos que dejaste antes en casa continuaron su vida en tu ausencia, así estos amigos nuevos seguirán también con la suya. Te podrás sentir lleno de orgullo de tener amistades en cada rincón del planeta, maestros, jefes, colegas, subalternos, todos son parte de este nuevo “network” que has creado. Por dentro te llenará una sensación agridulce ya que querrás poder tenerlos a todos en el mismo lugar. Pero no son ellos quienes están contigo, eres tú quien está con ellos, una parte de ti vive en cada rincón de este planeta. Sí he aprendido algo, es que la arquitectura se mide en sustancia y no en superficie, así igual tu vida.
Si este es tu camino te deseo la mejor de las suertes y si me preguntas, yo lo haría todo de nuevo desde el principio.