Todo comenzó con la invitación a trabajar en el diseño de una capilla para un desarrollo habitacional colindante con Chicxulub Pueblo en las afueras de Mérida.
Cuando te invitan a un proyecto con estas características, creo que también te dan la libertad de proponer algo que represente parte de tu esencia, por lo tanto, para mí fue una de las mejores experiencias de diseño.
Todo inició un poco diferente. Me opuse a la idea original que tenía el desarrollador. El concepto me encantaba, pero no representaba lo que queríamos expresar, por lo tanto, con un simple trazo y básicamente con trabajar en corte surgió la idea principal. El siguiente paso era convencer al cliente que deberíamos de excavar el sitio.
Después de convencerlo, resultó ser la mejor solución, ya que pretendíamos que el corte de la roca abrazara el espacio dando como resultado el programa arquitectónico. La roca expuesta debería permanecer lo más natural; durante el proceso de la excavación estuvimos muy pendientes de su desarrollo y al terminar el resultado fue todavía mejor de lo esperado. Creamos un espacio arquitectónico discreto y con una carga espiritual muy potente. Lo más maravilloso fue que la protagonista principal sería a partir de ese momento la madre tierra.
Lo más maravilloso fue que la protagonista principal sería a partir de ese momento la madre tierra.
La Capilla de la Tierra es un espacio ecuménico que nace para darle servicio a la comunidad formada por miembros de diferentes creencias religiosas. Está destinada a ser un lugar de reflexión, silencio y oración, además de tener un contacto intrínseco con la naturaleza.
La llegada a la capilla está precedida inicialmente con un marco de concreto que permite visualizar una larga caminata en una pendiente poco pronunciada y escoltada por árboles de Chaka, un camino que parece llevar a la profundidad de la tierra, dejando expuestas sus paredes en las cuales las texturas naturales invaden las ranuras de las capas del tiempo, al final encontramos un espacio donde disfrutar el silencio y los sonidos de la naturaleza.
Una vez terminado el recorrido, la Capilla te recibe con una losa de concreto que va de lado a lado de las paredes como un plano que se asienta en los muros de piedra; es una losa de bóvedas de medio punto, que hace referencia conceptual a las iglesias y construcciones coloniales de la zona, los materiales son rústicos, siempre buscando la relación más puntual con la naturaleza, dos filas de bancas estrechan el camino para enmarcar el espacio más importante: El Altar, que pareciera que es el final de una caverna con la bóveda abierta creando una ventana al cielo.
Al final de la caverna se encuentra un cuerpo de agua, haciendo referencia a los cenotes que se forman como parte de algún río subterráneo de los muchos que tienen su recorrido en el subsuelo de la península. Esto genera todavía más una sensación de aislamiento y reflexión, brindando el espacio ideal para encontrarse con uno mismo.
La Capilla de la Tierra fue diseñada para ser interpretada libremente por el orador. No pretende imponer una lección de espacio, al contrario, invita a adueñarse de ella dependiendo del momento, del clima, la luz y el tiempo. Por lo tanto, la interpretación del espacio arquitectónico varía y crea expectativas y conclusiones diferentes.
Solo dos elementos se imponen en el contexto: el marco de la entrada que sirve como reinterpretación del atrio, donde se inicia el recorrido al interior de la capilla y donde poco a poco el orador se va desligando del ambiente exterior y una cruz a nivel del terreno, al borde del vacío, que reinterpreta un cenote y está calada en placas de concreto prefabricado que permiten identificar desde lejos la vocación del espacio.